Volviendo al siglo XIX, el caso procreativo de don Fermín Zárate con su esposa doña Tomasa Licona es tan especial que se escucha mejor como leyenda que como historia. Ellos eran vecinos de Lomas de San Rafael, cerca de la barra de Chachalacas, y al casarse fueron a vivir a un rancho cercano, a que, posiblemente por los sucesos que a continuación narraré, le pusieron el rancho del niño.
Este matrimonio tuvo varios hijos, pero dos de ellos, Manuel y Lucía, con el pasar del tiempo, no aumentaba de tamaño, al grado de que la mamá, cuando hacía sus quehaceres, los guardaba respectivamente en las amplias bolsas de su delantal. La máxima estatura que llegaron a tener, según Rippley en “Aun que usted no lo crea”, (publicación del diario El Universal) ¡increíble! ¡sesenta centímetros!.
Fue un caso tan insólito que sorprendió a los mismos científicos de fines de siglo y a las autoridades de esa época. El entonces gobernador del estado de Veracruz, don Teodoro A. Dehesa, se interesó tanto por los enanos que los mandó, junto con el papá, ante la presencia del primer mandatario de la Nación, general don Porfirio Díaz. El presidente puso a don Fermín en contacto con empresarios dedicados a esta clase de espectáculos, quienes sacaron buen partido exhibiendo a los liliputienses enlas principales ciudades del mundo. Fuentes dignas de crédito atestiguan que estuvieron ante la presencia de la reina Victoria de Inglaterra, además de presentarse con bombo y platillo en circos importantes de Europa y Estados Unidos.
Manuel murió en Monterrey, Nuevo León, y Lucía la contrataban para que continuara como solista en la gira por Estados Unidos. Ya no quiso seguir. “¡Me pellizca la gente!”-protestó contrariada.
Los Zárate prolongaron su estancia en los estados de Texas y California, pues Lucía, flechada por cupido y en el florecimiento de sus dieciocho primaveras se había prendado de otro enano que frisaría la misma edad que ella; sin embargo, los esponsales nunca se llevaron a efecto por que la diminuta enamorada murió dos años después de haber fallecido el hermano, el 27 de febrero de 1890 en Truckee, California. El pequeño cuerpo fue traído e inhumado en el cementerio de El Agostadero. Su lápida aún se conserva y existe la foto de Lucía en un álbum del ya fallecido señor doctor Artemio Jácome Domínguez, tomada en Nueva York en 1888.
Con el dinero obtenido en dichas giras, don Fermín Zárate, ya rico, compró, mediante doce mil pesos, más de cinco mil hectáreas de terreno a los descendientes del célebre general Antonio López de Santa Anna que aún poseían en estos rumbos, quedando la ranchería de El Agostadero incluida entre la enorme superficie escriturada.
Fuente: Cempoala “El Amor al Terruño”. Julio Platas Domínguez